Energía nuclear: del pánico de Fukushima a las bendiciones de Glasgow

La transición energética no será posible en los plazos previstos sin la indispensable presencia de la energía nuclear. Podrá gustar más o menos, pero si salen de la ecuación las fobias y la carga ideológica, la energía nuclear presenta beneficios clave frente al calentamiento global. La nuclear se antoja necesaria en el proceso de descarbonización para asegurar el suministro eléctrico allá dónde las renovables no alcanzan a abastecer la demanda.

Precisamente ha sido en la Cumbre del Clima de 2021, la COP26 que se celebra hasta el 12 de noviembre en Glasgow (Escocia) donde se ha abierto una puerta a una nueva catalogación de la nuclear. Si bien se escuchan argumentos de todo tipo, lo cierto es que la evidencia llega acompañada de una lógica aplastante y una visión pragmática derivada de la crisis energética global.

Si se quieren seguir cerrando las centrales de carbón en occidente (Asia va por libre, como si la atmósfera se compartimentara por fronteras) la energía nuclear tendrá que servir de soporte y mantener su actividad hasta que las renovables puedan operar sin respaldo, con más capacidad de producción y, sobre todo, se pueda almacenar la electricidad que produzcan, para optimizar sus servicios.

En 2020, la nuclear supuso el 33% de la electricidad libre de emisiones contaminantes generada en España

«En la transición energética en la que nos encontramos la energía nuclear resulta, más que necesaria, imprescindible, si se quieren cumplir los acuerdos de mitigación del cambio climático establecidos internacionalmente». Así de rotundo se muestra Ignacio Araluce, presidente del Foro Nuclear, al hablar de una energía que, en España, en la última década ha sido de forma consecutiva la primera fuente de generación en el sistema eléctrico con más del 20% anual, lo que representa entre el 30% y el 40% del total de la electricidad libre de emisiones generada, convirtiéndose así en la tecnología que más ayuda a frenar las emisiones contaminantes.

DESCARBONIZACIÓN DIVIDIDA POR PAÍSES

En su lucha por detener el cambio climático, los países industrializados no consiguen convencer a los que están en vías de desarrollo, para que dejen de utilizar el carbón, y este asunto es la gran clave para que conferencias de la importancia de la COP26 tengan éxito.

Tan solo en los Estados Unidos se han cerrado en este siglo 301 centrales de carbón y muchos otros países llevan años clausurándolas o acelerando el proceso para hacerlo, con el fin de reducir las emisiones a la atmósfera de gases de efecto invernadero.

Pero Asia parece habitar en otro planeta. Allí está presente aproximadamente la mitad de la industria manufacturera y el 60% de la población mundial. Al contrario de lo que ocurre en otras regiones del globo, en Asia el uso del carbón está creciendo, puesto que para los países en creciente desarrollo es fundamental para su capacidad de generar energía, que crece y crece sin parar.

Sin carbón y con el precio del gas (una energía fósil pero menos contaminante que el carbón) por las nubes, la Unión Europea se debate entre nuclear si y nuclear no, presentando una clara división entre países. Pero si antes, tras el desastre de Fukushima en 2011, el camino hacia su desaparición del mix energético parecía claro, en estos momentos en países como Francia o Japón el debate sobre si conviene mantenerla y cómo parece decantarse a favor de esta tecnología.

«Esta COP es quizás la primera en la que la energía nuclear tiene un lugar en la mesa de negociación, se la tiene en consideración y se puede hablar sin la carga ideológica que existía antes», ha manifestado el argentino Rafael Mariano Grossi, director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). De hecho ya se ha dejado entrever que la UE está valorando seriamente incluir la energía nuclear en su Taxonomía verde, en contra de la opinión de algunos países, pero con el apoyo de otros.

El Foro Nuclear ha dejado claro que «organismos nacionales e internacionales apuntan a que en el futuro mix energético hay que mantener aquellas tecnologías que contribuyen a reducir emisiones de gases de efecto invernadero». Entre ellas se «encuentra la energía nuclear ya que, durante su operación, las centrales nucleares no producen ninguna emisión de CO2».

De hecho, en el «año 2020 la energía nuclear ha vuelto a ser la tecnología que más ha ayudado a mitigar el cambio climático con una producción superior al 33% de la electricidad libre de emisiones contaminantes generada en España», aseguran desde el Foro.

EL GOBIERNO CON EL PIE CAMBIADO

Todo esto le pilla al Gobierno con el pie cambiado toda vez que hace unas semanas la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, y la ministra de Economía, Nadia Calviño, firmaban una carta, dirigida a la Comisión Europea, solicitando excluir a la energía nuclear de la taxonomía de actividades sostenibles. La misiva contaba también con el refrendo de ministros del ramo de los gobiernos de Alemania, Austria, Dinamarca y Luxemburgo, países que no tienen energía nuclear o que han planificado su cese.

Esta iniciativa, cuando menos inoportuna a tenor de la escalada de precios de la electricidad que está padeciendo España en los últimos meses, fue criticada por el Foro Nuclear. Los reproches se centraban en «el riesgo en el que se pone la financiación de la actividad de generación eléctrica nuclear en España y, por tanto, su continuidad durante la transición energética hasta el 2035». 

El Foro Nuclear explicaba que «las centrales nucleares españolas tienen previsto invertir en los próximos 10 años cerca de 3.000 millones de euros para mantener su actividad. Su exclusión de la taxonomía comprometería la financiación de dichas inversiones».

Y esto no es un detalle menor, ya que las actividades que queden incluidas en la taxonomía -y, por tanto, consideradas sostenibles desde el punto de vista medioambiental- tendrán mayores facilidades para financiar sus inversiones. Por el contrario, aquellas que queden excluidas tendrán mayores dificultades para financiarse, conseguir inversores y, por consiguiente, desarrollar su actividad.

En contraposición con lo que promueve el Gobierno español, aún a sabiendas de los gravísimos problemas que tiene nuestro mix energético, donde la nuclear ahora mismo es fundamental, en Inglaterra por ejemplo, acaban de anunciar su plan de descarbonización para 2030. La estrategia, de diez puntos, incluye la inversión de 142 millones de euros para el desarrollo de pequeños reactores nucleares.

LA NUCLEAR, ALIADA DEL MEDIO AMBIENTE

La mala imagen de la nuclear se debe principalmente a los devastadores efectos que tienen los accidentes en las centrales, y también a la complicación que presenta la gestión de los residuos radioactivos.

Sin embargo, estas centrales son cada vez más seguras y la energía nuclear es una energía limpia y aliada del Medio Ambiente. Los datos objetivos no dejan lugar a dudas. El director general del OIEA ha informado de que «en las últimas cinco décadas, la energía nuclear ha evitado las emisiones acumulativas de aproximadamente 70 gigatoneladas (Gt) de dióxido de Carbono (CO2), y sigue evitando más de 1 Gt de CO2 al año. Ha llegado el momento de tomar decisiones basadas en la evidencia y aumentar las inversiones en la nuclear. El coste de no hacerlo es demasiado alto», concluye.

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